Muchas veces me preguntan cómo entré en el ámbito de la neurocirugía. A través de este texto intentaré relatar cómo sucedió esto.
Considero esta una etapa interesante y apasionante de mi carrera profesional. Asistí a mi primera cirugía a los 16 años de edad. Un profesor de biología de la escuela que un amigo asistía, lo había invitado a ir al Hospital Rivadavia en Buenos Aires para ver un procedimiento quirúrgico. Creo que su intención era despertar en algunos de sus alumnos interés por la ciencia médica. Mi amigo me extendió la invitación para que lo acompañara en esa ocasión.
Llegamos al hospital y fuimos dirigidos al anfiteatro donde, a través de una cúpula de vidrio que estaba justo encima de la mesa quirúrgica, era posible ver al cirujano, a su equipo y a la persona que iba a ser operada. Se colocaron los campos quirúrgicos sobre el paciente dejando expuesto su cuello. El procedimiento era una tiroidectomía. El impacto que causó cuando vi la sangre emanando de la herida hecha por el bisturí hizo que mi presión cayera. Baja la cabeza como me indicaron no tuvo el efecto esperado. Salí de la sala para tomar un poco de aire fresco, y regresé en el momento en que estaban suturando la herida, finalizando la cirugía.
Nunca imaginé que siete años más tarde volvería a un hospital para entrar en una sala quirúrgica y asistir a un procedimiento neuroquirúrgico. Mi contacto con la neurocirugía se dio de manera casual. Jorge Candia, colega de la empresa donde trabajaba, conoció en la universidad a un médico que estaba estudiando ingeniería. Comentó que tenía un amigo neurocirujano recién llegado de Escocia, que estaba buscando a alguien que le fabricara un dispositivo para cirugías cerebrales, que él resumió como: “un equipo que se fijaba en la cabeza”. En ese momento poseía un taller que había heredado de mi padre, lo que en teoría me permitía fabricar cualquier tipo de instrumento mecánico. Mi colega me preguntó si tenía interés en hablar con el médico para ver de qué se trataba.
Organizamos una reunión en mi casa donde estaban presentes, yo y mis amigos Jorge Candia y Jorge Olivetti. Allí conocimos al Dr. Jorge Schvarcz. Él había realizado prácticas en la ciudad de Edimburgo en Escocia con el Prof. Dr. Edward Hitchcok. Comentó que su profesor acababa de desarrollar un aparato llamado estereotáxico que permitía hacer neurocirugías funcionales, y quería que un sistema similar se fabricara en Argentina. La conversación se volvió animada e interesante cuando él contó sobre los tipos de procedimientos que era posible realizar, y el beneficio que los pacientes obtenían con este tipo de cirugías mínimamente invasivas.
Dijimos que sí, estábamos interesados en el proyecto de fabricación del estereotáxico, y él nos invitó a asistir a una cirugía y conocer más sobre la técnica. Días después, el Dr. Schvarcz, utilizando un estereotáxico Rietchert-Mundinger prestado por un colega, realizó una nucleotractotomía para tratar una neuralgia trigeminal. Para mí fue una experiencia fantástica, ¡algo casi mágico! Al final del procedimiento, pinchó la cara del paciente con una aguja, y este ya no sentía el dolor inicial que lo atormentaba. El paciente estaba sumamente agradecido, ¡el dolor había desaparecido! Creamos la firma Aparatos Especiales, y comenzamos el proyecto del estereotáxico basado en la información
¡Haz clic en la aplicación con la que deseas compartir este contenido!